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La isla de las emociones
(cuento de Jorge Bucay)
 
Hubo una vez una isla donde habitaban todas las emociones y todos los sentimientos humanos que existen. Convivían, por supuesto, el Temor, la Sabiduría, el Amor, la Angustia, la Envidia, el Odio… Todos estaban allí.

A pesar de los roces naturales de la convivencia, la vida era sumamente tranquila y hasta previsible. A veces la Rutina hacia que el Aburrimiento se quedara dormido, o el Impulso armaba algún escándalo, pero muchas veces la Constancia y la Conveniencia lograban aquietar el Descontento.

Un día, inesperadamente para todos los habitantes de la isla, el Conocimiento llamó a reunión. Cuando la Distracción se dio por enterada y la Pereza llegó al lugar del encuentro, todos estuvieron presentes. Entonces, el Conocimiento dijo:

–Tengo una mala noticia para darles: La isla se hunde.

Todas las emociones que vivían en la isla dijeron:

–¡No, cómo puede ser! ¡Si nosotros vivimos aquí desde siempre!

El Conocimiento repitió:

–La isla se hunde.

–¡Pero no puede ser! ¡Quizá estás equivocado!

–El Conocimiento casi nunca se equivoca –dijo la Conciencia dándose cuenta de la verdad–. Si él dice que se hunde, debe ser porque se hunde.

–¿Pero qué vamos a hacer ahora? –se preguntaron los demás.

Entonces, el Conocimiento contestó:

–Por supuesto, cada uno puede hacer lo que quiera, pero yo les sugiero que busquen la manera de dejar la isla… Construyan un barco, un bote, una balsa o algo que les permita irse, porque el que permanezca en la isla desaparecerá con ella.

–¿No podrías ayudarnos? –preguntaron todos, porque confiaban en su capacidad.

–No –dijo el Conocimiento–, la Previsión y yo hemos construido un avión y en cuanto termine de decirles esto volaremos hasta la isla más cercana.

Las emociones dijeron:

–¡No! ¡Pero no! ¿Qué será de nosotros?

Dicho esto, el Conocimiento se subió al avión con su socia y, llevando de polizón al Miedo, que como no es zonzo ya se había escondido en el motor, dejaron la isla.

Todas las emociones, en efecto, se dedicaron a construir un bote, un barco, un velero… Todas… salvo el Amor.

Porque el Amor estaba tan relacionado con cada cosa de la isla que dijo:

–Dejar esta isla… después de todo lo que viví aquí… ¿Cómo podría yo dejar este arbolito, por ejemplo? Ahh… compartimos tantas cosas…

Y mientras las emociones se dedicaban a fabricar el medio para irse, el Amor se subió a cada árbol, olió cada rosa, se fue hasta la playa y se revolcó en la arena como solía hacerlo en otros tiempos. Tocó cada piedra… y acarició cada rama…

Al llegar a la playa, exactamente desde donde el sol salía, su lugar favorito, quiso pensar con esa ingenuidad que tiene el amor:

“Quizá la isla se hunda por un ratito… y después resurja… ¿por qué no?”

Y se quedó durante días y días midiendo la altura de la marea para revisar si el proceso de hundimiento no era reversible…

La isla se hundía cada vez más…

Sin embargo, el Amor no podía pensar en construir, porque estaba tan dolorido que sólo era capaz de llorar y gemir por lo que perdería.

Se le ocurrió entonces que la isla era muy grande, y que aun cuando se hundiera un poco, siempre él podría refugiarse en la zona más alta…

Cualquier cosa era mejor que tener que irse. Una pequeña renuncia nunca había sido un problema para él.

Así que, una vez más, tocó las piedritas de la orilla… y se arrastró por la arena… y otra vez se mojó los pies en la pequeña playa que otrora fue enorme…

Luego, sin darse cuenta demasiado de su renuncia, caminó hacia la parte norte de la isla, que si bien no era la que más le gustaba, era la más elevada…

Y la isla se hundía cada día un poco más…

Y el Amor se refugiaba cada día en un espacio más pequeño…

–Después de tantas cosas que pasamos juntos… –le reprochó a la isla.

Hasta que, finalmente, sólo quedó una minúscula porción de suelo firme; el resto había sido tapado completamente por el agua.

Recién en ese momento el Amor se dio cuenta de que la isla se estaba hundiendo de verdad. Comprendió que, si no dejaba la isla, el amor desaparecería para siempre de la faz de la Tierra…

Caminando entre senderos anegados y saltando enormes charcos de agua, el Amor se dirigió a la bahía.

Ya no había posibilidades de construirse una salida como la de todos; había perdido demasiado tiempo en negar lo que perdía y en llorar lo que desaparecía poco a poco ante sus ojos.

Desde allí podría ver pasar a sus compañeros en las embarcaciones. Tenía la esperanza de explicar su situación y de que alguno de sus compañeros lo comprendiera y lo llevara.

Buscando con los ojos en el mar, vio venir el barco de la Riqueza y le hizo señas. La Riqueza se acercó un poquito a la bahía.

–Riqueza, tú que tienes un barco tan grande, ¿no me llevarías hasta la isla vecina? Yo sufrí tanto la desaparición de esta isla que no pude fabricarme un bote…

Y la Riqueza le contestó:

–Estoy tan cargada de dinero, de joyas y de piedras preciosas, que no tengo lugar para ti, lo siento… –y siguió su camino sin mirar atrás.

El Amor se quedó mirando, y vio venir a la Vanidad en un barco hermoso, lleno de adornos, caireles, mármoles y florecitas de todos los colores. Llamaba muchísimo la atención.

El Amor se estiró un poco y gritó:

–¡Vanidad… Vanidad… llévame contigo!

La Vanidad miró al Amor y le dijo:

–Me encantaría llevarte, pero… ¡tienes un aspecto!… ¡estás tan desagradable… tan sucio y tan desaliñado!… Perdón, pero creo que afearías mi barco––y se fue.

Y así, el Amor pidió ayuda a cada una de las emociones. A la Constancia, a la Sensualidad, a los Celos, a la Indignación y hasta al Odio. Y cuando pensó que ya nadie más pasaría, vio acercarse un barco muy pequeño, el último, el de la Tristeza.

–Tristeza, hermana –le dijo–, tú que me conoces tanto, tú no me abandonarás aquí, eres tan sensible como yo… ¿Me llevarás contigo?

Y la Tristeza le contestó:

–Yo te llevaría, te lo aseguro, pero estoy taaaaan triste… que prefiero estar sola –y sin decir más, se alejó.

Y el Amor, pobrecito, se dio cuenta de que por haberse quedado ligado a esas cosas que tanto amaba, la isla iba a hundirse en el mar hasta desaparecer.

Entonces se sentó en el último pedacito que quedaba de su isla a esperar el final…

De pronto, el Amor escuchó que alguien chistaba:

–Chst-chst-chst…

Era un desconocido viejito que le hacía señas desde un bote de remos.

El Amor se sorprendió:

–¿A mí? –preguntó, llevándose una mano al pecho.

–Sí, sí –dijo el viejito–, a ti. Ven conmigo, súbete a mi bote y rema conmigo, yo te salvo.

El Amor lo miró y quiso explicar:

–Lo que pasó fue que yo me quedé…

–Yo entiendo –dijo el viejito sin dejarlo terminar la frase–, sube.

El Amor subió al bote y juntos empezaron a remar para alejarse de la isla.

No pasó mucho tiempo antes de ver cómo el último centímetro que quedaba a flote terminó de hundirse y la isla desaparecía para siempre.

–Nunca volverá a existir una isla como ésta –murmuró el Amor, quizá esperando que el viejito lo contradijera y le diera alguna esperanza.

–No –dijo el viejo– como ésta, nunca.

Cuando llegaron a la isla vecina, el Amor comprendió que seguía vivo. Se dio cuenta de que iba a seguir existiendo.

Giró sobre sus pies para agradecerle al viejito, pero éste, sin decir una palabra, se había marchado tan misteriosamente como había aparecido.

Entonces, el Amor, muy intrigado, fue en busca de la Sabiduría para preguntarle:

–¿Cómo puede ser? Yo no lo conozco y él me salvó… Todos los demás no comprendían que me hubiera quedado sin embarcación, pero él me ayudó, él me salvó y yo ni siquiera sé quién es…

La Sabiduría lo miró a los ojos largamente y dijo:

–Él es el único que siempre es capaz de conseguir que el amor sobreviva cuando el dolor de una pérdida le hace creer que es imposible seguir. El único capaz de darle una nueva oportunidad al amor cuando parece extinguirse. El que te salvó, Amor, es el Tiempo.


(Este cuento es el prólogo del libro de Silvia Salinas "Todo (no) terminó", lleno de reflexiones para volver a empezar después de la ruptura de pareja, y que a mí personalmente me ha ayudado a comprender mis propias emociones sobre mi divorcio, a sustituir el resentimiento por perdón, la culpa por aceptación… y el miedo por valentía):
 
LAS 5 ESTACIONES DEL DIVORCIO

*La confusión. Según Salinas, los dilemas previos a la separación suelen parecerse en todas las parejas. Y sugiere, sobre todo, perderle el miedo a la confusión, tomar distancia y contemplar cada aspecto de la vida sin emitir juicios de valor. "Mucha gente toma soluciones inadecuadas porque no tolera permanecer en ese estado —apunta—. Hay que saberlo: es más sano aprender a convivir con la confusión que resolverla ficticiamente".
*El odio. Al principio, suelen surgir sentimientos agresivos hacia el otro y también hacia uno mismo. "Si en un primer momento necesitamos expresar el enojo, después debemos estar atentos a no cultivarlo", aconseja la psicóloga. Y agrega, además, que nunca podremos divorciarnos emocionalmente, si nuestros resentimientos nos atan a la persona de quien nos queremos separar.
*El dolor. Se oculta a través de la máscara de la bronca. "No tenemos una cultura que avale el estar triste, pero en ciertas ocasiones lo más verdadero que tenemos es nuestra tristeza", apunta Salinas. La pérdida, el dolor, el vacío de la soledad y la incertidumbre son emociones que —según la especialista— se evitan o niegan por miedo a quedarse en el sufrimiento. Pero, en el camino del divorcio, no hay demasiados atajos. "Estamos frente a una opción: aceptar y entrar en nuestro dolor para salir mejor de lo que estábamos antes, o estancarnos en el enojo", dice.
*La nostalgia y la culpa. Con el paso del tiempo, se hacen evidentes los costos de la separación, sobre todo para los hijos. "En este trance, si no logramos rehacer nuestra vida, si nos abate la soledad, empezamos a pensar que si finalmente hubiésemos soportado lo que nos dañaba, los acontecimientos no habrían sido tan malos", describe la psicóloga. Este pensamiento conduce a un callejón sin salida: "el absurdo de pensar que si nosotros y nuestra pareja no hubiéramos sido los que fuimos, la relación habría sido otra".
*La aceptación. Cuando se reconoce que las cosas son como son y ya no hay posibilidad de modificarlas, se empieza a elaborar el duelo. "Aceptar no es lo mismo que resignarse —advierte Salinas—. En la resignación uno sigue enojado con la situación, en cambio, en la aceptación nos entregamos a lo que aconteció, aunque contradiga nuestra idea de lo que debería haber sido", concluye.

El miedo al compromiso
(Del programa » El buscador» de Jorge Bucay.)
“No te prometo nada, sino que una vez más te elijo a vos,
para estar, para compartir tus cosas y también las mías,
para construir juntos, si así lo decidimos, porque simplemente
desde el amor y por amor estoy comprometido con vos”
¿Los hombres hablan del “no compromiso”?

El compromiso no depende de lo que “puedo hacer” sino hasta donde voy a involucrarme yo en esta historia, en esta relación que estoy sosteniendo con el otro.
El compromiso no tiene que ver con la posibilidad de cumplir con lo que me comprometo sino con mi Actitud hacia aquello con lo que me comprometo.
Partimos del hecho de que si uno de los dos no quiere tener un compromiso entonces “los dos no pueden” y la pareja no se consolida.

«Si no te queres comprometer yo si puedo comprometerme conmigo mismo, comprometerme con lo que quiero y siento, pero no puedo comprometerme con vos». Para que haya un compromiso se necesita de dos porque el proyecto es de a dos.

«Y si no queres comprometerte, está bien, pero entonces no conmigo»,
Es decir, no puedo ser cómplice de tu elección de “ no compromiso” si tu elección a mi me daña y me deja en un lugar que no me gusta.

Suele aparecer el miedo a comprometerse en aquellas cosas que producen cambios. Porque comprometerse significa abandonar algo para elegir otra cosa y eso implica cambios en nuestra vida. Y el “no compromiso” es: el no estoy dispuesto a dejar mis intereses personales para abocarme a otra cosa.

La vida es mas o menos asi: Tanto pones, tanto sacas y si pones poco, sacás poco. Cuanto más pones en la vida, más sacas de la vida.

Si queres vivir una vida chata y opaca es muy simple… no te comprometas, pero tampoco exijas ni esperes que la vida te de cosas y a su vez te sorprenda, no esperes poder disfrutarla ni vivirla en plenitud, porque para vivirla tenes que “estar ahí” y para estar ahí, tenes que comprometerte desde adentro.
Hay muchas personas que temen comprometerse por miedo a no poder cumplir en el mañana con lo que prometió hoy.


Comprometerse no tiene nada que ver con cumplir aquello que uno dijo sino con la actitud de uno. Por eso la diferencia entre comprometerse y prometer;
“ No sería bueno que elabores una pareja desde prometer cosas, sino estar comprometidamente desde el alma y con tu vida con la otra persona”.
Lo difícil no es dejar de prometer cosas sino el hecho de no poder comprometerse desde adentro, en ese momento, con el otro.

Si uno cree que tiene que cumplir con lo que se comprometió aunque en realidad haya cambiado de idea, si uno cree que no puede decir “ mirá esto que nos pasaba a vos y a mi, a mi ya no me pasa, yo he cambiado de idea».
Si uno no puede aprender a salir de una cosa asi entonces no se compromete nunca hasta que no esté absolutamente seguro de todo y la seguridad en todo no existe.

Cuando hablamos de decisiones podemos distinguir entre: decisiones definitivas, las permanentes y las decisiones postergadas.
“ No tomar decisiones es una forma de no comprometerse por lo cual no existe un compromiso interno con el otro».
Postergar una decisión es muchas veces postergar un compromiso y cuando es permanente también es una falta de compromiso.
Una decisión es permanente cuando digo: “Esto es asi y es asi para siempre” y esto es desconocer que yo cambio, vos cambias, la realidad cambia.
Una decisión es definitiva cuando decido ponerle “fin” a una situación. Es decir;
“A menos que la situación cambie esta es mi decisión, mientras todo siga como está, esta es mi decisión y cuando cambie yo te voy a avisar y te lo voy a decir porque vos sos participe de esto, y porque estás a mi lado”.

Muchas personas creen que tomar un compromiso con otra es estar “obligado/a”.
Nadie está obligado a nada, si tengo la obligación de respirar por ejemplo.
«No estoy obligado a muchas cosas pero si comprometido con otras».


Lo que importa cuando uno busca que el otro se comprometa no es querer arrancarle una promesa que después el otro no va a poder cumplir, sino ver el modo de encajar tu proyecto personal de vida y el mío, de entender y hablar sobre cual es tu proyecto y cual es el mío.
Y si tu proyecto de vida no encaja con el del otro
¿porqué insistir con alguien que no quiere comprometerse?.
“ Si yo estoy con alguien que quiero mucho pero no lo siento comprometido desde adentro, más que preguntarme el por qué no quiere comprometerse me preguntaría ¿que hago yo acá? Que lugar ocupo en esta relación? »
“ No estar sola/o no es una buena razón para estar con alguien”.


La razón para querer que alguien se comprometa conmigo es el AMOR, es la elección compartida de un «proyecto en común», no es el llenar un vacío que dejó alguien o algo en mi vida.
A veces creo que el miedo al compromiso es el miedo a no poder decir:
“ Mi proyecto no es este, mi proyecto no te incluye o mi proyecto no te incluye todavía”
Y será cuestión de poder hablar de esta historia y no de escaparse del tema o tal vez hablar un poquito nada más del tema para no llegar a comprometerse.


Finalmente , COMPROMISO tiene que ver con RESPONSABILIDAD, es decir;
responder por lo que decido. NO significa estar obligado a nada, no significa mantener esta decisión infinitamente, significa ir chequeando cada día quién soy a través de lo que decido y de lo que elijo.

«Hay personas que les gusta pensar que han sido elegidas una vez y para toda la vida, y hay otras que preferimos despertarnos a cada mañana y confirmar; que esta mañana, también he sido elegido Una Vez Más, por la persona que amo”.

El amor NO lo justifica todo

El amor no puede atentar contra tus principios o derechos como persona, impedirte autorrealizarte o rebajar tu sentido de valía. Si amar implica aniquilar la propia autoestima es mejor la soledad.

El amor es el resultado del conjunto de 3 factores: el Eros (placer o deseo, enamoramiento), la Philia o amistad (congruencia racional con el otro) y el Ágape (ternura, cuidados). Emoción, razón y conducta.

El amor no es sufrimiento, no es miedo, no es depresión, no es violación de los derechos, no coarta la libertad. Lo que va en contra de la vida, de su calidad, es represivo, lo que favorece el crecimiento personal, es progresivo.

Si la “prueba de amor” consiste en renunciar a mi autorrealización, ese amor no me sirve. “Te dejo, aunque te ame, no le vienes bien a mi vida”.

La única certeza que puedes exigir de una relación es que nunca te harán daño intencionalmente.

Los principios no pueden ser negociados, aunque sea en nombre del amor.

Estar comprometido significa que haré todo lo posible para que esta relación funcione, pero no por un deber asumido, sino porque quiero que sea así, porque nace de mí.

Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Artículo 3: Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona. No admitas la más mínima agresión física o psicológica.

Artículo 12: Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en la vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su honra o reputación. Tienes derecho a la intimidad y a que no invadan tu privacidad.


 

Volvamos a comenzar…

 

Yo, que creí saber tanto respecto a relaciones amorosas.
Últimamente, sin querer y sin darme cuenta, en medio de un amor y otro, observando mis experiencias, mis aciertos y sobre todo, mis errores, he visto que en materia de amor, aun me falta tanto….

 

… Por APRENDER,
… Por ENTENDER,
… Por CAMBIAR,
… Por CORREGIR,
… Por ACEPTAR
… Por MEJORAR…

 

DEBO APRENDER que enamorarme no es obsesionarme ni irme a los extremos.

 

DEBO APRENDER que no debo poner toda la motivación de mi vida en una persona.

 

DEBO ENTENDER que no se debe rogar amor y que una relación de pareja no es para vivir angustiado.

 

DEBO APRENDER que si pretendo tener una relación de adulto, debo comportarme como tal.

 

DEBO ACEPTAR que en el amor, como en cualquier otra cosa de la vida, existen los tropiezos, las caídas y los dolores… El miedo lo único que hace es dificultar mas las cosas.

 

DEBO APRENDER que no es bueno sobrevalorar, endiosar, ni idealizar a nadie. Porque todos somos humanos y no debo esperar de mi pareja mas de lo que puedo esperar de un ser humano.

 

DEBO APRENDER que es bueno ser como soy, siempre y cuando eso no implique irrespetar a quien está conmigo.

 

DEBO ACEPTAR que en algunas ocasiones es necesario pasar por el gran dolor para conocer una gran felicidad, ya que a veces el suelo del fondo es el mas apto para brincar.

 

DEBO DE TENER PRESENTE que el sentir algo hoy, no implica que lo sienta mañana y así como me permito disfrutar, también debo permitirme llorar, ya que el dolor es parte de la vida, al igual que el placer.

 

DEBO ENTENDER que la comodidad que me brinda la rutina es falsa, porque la vida está en constante cambio, por eso es necesario aprender a tolerar la inseguridad natural que se maneja en la vida cotidiana.

 

DEBO ACEPTAR que los planes pueden desaparecer en un instante, porque el futuro se mueve como él desee y no como a mí me de la gana. Si éste me permite hacer algunas cosas sobre él, debo estar agradecido y no lamentándome por todo lo que no pude hacer.

 
DEBO ACEPTAR que alrededor del amor, la sociedad ha creado muchas cosas que son un fraude. Por eso debo dejar de ignorar la verdad sólo por seguir en una falsa comodidad o por miedo al dolor. Si la vida me demuestra que aquello en lo que puse mi corazón es una mentira, debo aceptarlo, llorando, desahogándome y renaciendo como la nueva persona que seré.

 

DEBO MEJORAR mi autoestima… Para que la partida de quien quiero no me haga sentir despreciado, humillado o rechazado. Para no ser tan sensible al abandono. Para que no hiera mi ego. Para no terminar creyendo que me dejaron por feo o por tonto. Para poder aceptar que simplemente funcionó el tiempo que tuvo que funcionar. Para no arrastrarme poniéndome de alfombra a los pies de nadie.

 

DEBO ACEPTAR que a quien le agrado hoy, no es seguro que le agrade mañana y eso no tiene porque ofenderme si lo acepto. Si acepto que a veces las personas no pueden dar más. Si acepto que quien está conmigo tiene derecho a no estarlo y a que yo ya no le guste. Si acepto que quien amo, tiene derecho a tomar sus propias decisiones, aunque a mi no me satisfagan.

 

DEBO RECORDAR que a veces, lo bueno se obtiene esperando…. y que presionando muchas veces se arruina. Por eso es necesario tener paciencia, esperar tranquilamente y

 

RECORDAR….

 
Que la impaciencia es producto de un impulso emocional que tal vez pronto pasará.
Que la impaciencia asfixia a quien está conmigo.
Que la presión se puede convertir en irrespeto.
Que tomar una decisión mientras estoy impaciente es peligroso, porque estoy influido por un estado emocional extremo y pierdo toda objetividad, ahí no va mi verdad, va mi impulso, mi compulsión y podría hacer algo de lo que me arrepienta.

 
Además, si soy paciente no veré como sufrimiento el tiempo que estoy en espera.

 
DEBO APRENDER a no ser posesivo. El que alguien se vaya no es perder una pertenencia que me gustaba mucho. Mi pareja no es mía, es prestada y “su dueño” tiene derecho a llevársela cuando desee y aunque “ser dueño” de alguien brinde más seguridad que tenerlo prestado, debo entender que eso es una ilusión. Aunque crea esa persona es mía, no lo es, por lo tanto….

 

No puedo decidir sobre la vida de quien está conmigo
No puedo esperar que haga sólo lo que yo desee.
No puedo controlarle, manipularle, adueñarme de ella, ni controlar su destino.
No debo reclamarle a la vida porque me quitó lo que me prestó.
Pero sobre todo, DEBO APRENDER QUE NUNCA DEJARE DE APRENDER, y que mientras continúo, aprendiendo, debo permitirme vivir y sentir y ahora, que me empiezo a recuperar de los dolores que sufrí, porque no había aprendido que había mucho que aprender, lo único que me queda es, tomar un gran suspiro y decirme a mi mismo…

 

¡Bueno amigo… volvamos a empezar!.