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Superar el odio

El campo de concentración

(extraído de «El libro de la Serenidad» de Ramiro Calle)

El país entró en guerra. Fue una contienda larga y cruel. Defendiendo su patria, combatieron en ella, forzados por las circunstancias, dos jóvenes. Al final de la guerra, fueron prisioneros en un campo de concentración. Tras dos años de cautividad, los liberaron, y cada uno reemprendió su vida en un lugar diferente del país. Pasaron diez años y un día se reencontraron.

-¿Qué tal, amigo mío? -preguntó uno de los hombres al otro. -Estoy bien, pero no he podido olvidar todo lo que pasamos, ¿y tú?

-Nunca se olvida una cosa así, pero ya la he superado.

-Yo no. Sigo lleno de odio hacia nuestros carceleros. No hay día que no los odie con toda la fuerza de mi ser.

-¡Oh, amigo mío! Lo malo no es sólo los dos años que estuviste en el campo de concentración, sino los otros diez que has seguido preso.

Comentario

Cuando el pensamiento es víctima del odio, los celos, la envidia, la malevolencia y la ira, la persona vive en su propio y férreo campo de concentración psicológico. El pensamiento de odio, curiosamente, nos ata a la persona que odiamos, sufrimos por ella, cuando hay cosas realmente esenciales por las que padecer. Es un doble mal negocio: el odio en sí mismo, tan corrosivo psíquicamente, y el sufrimiento que experimentamos justo debido a la persona que odiamos. Representa un considerable avance por la senda hacia la paz interior superar el odio, perdonar las ofensas y heridas, tender puentes de reconciliación y no quedarse prendido en el afán de venganza.

(de Paulo Coelho)

 
 
Todos somos conscientes de la importancia del dinero ya que sin él es más difícil vivir de la manera que deseamos y hay que aprender a manejarlo como un medio o recurso que nos permite conseguir muchos bienes y servicios, pero siendo conscientes de que no todo lo conseguimos con dinero. 
 
Nuestra credibilidad, la unión familiar, las amistades verdaderas, la felicidad, la armonía en nuestras relaciones,  nuestra paz interior, las habilidades,  los talentos, nuestra creatividad, las actitudes que asumimos frente a las adversidades, el tomar decisiones apropiadas,  amar lo que hacemos y hacer bien nuestro trabajo,  cuidar los recursos que poseemos,  aportar al mundo  los dones que hemos recibido,  resolver nuestros propios problemas sin esperar que otros nos los resuelvan, crecer como personas, disfrutar con las cosas sencillas de la vida, son aspectos que no nos proporciona el dinero y que, sin embargo, determinan cuán prósperos somos en nuestra vida.
 
Hay que aprender a diferenciar entre tener y ser… y aprender a tener. Tener riqueza es un estado temporal. Ser ricos es vivir permanentemente una cultura de prosperidad siendo consciente de los recursos que se poseen, manejarlos adecuadamente y mantener una actitud positiva hacia la vida.
 

Aprender a Tener es  comprender que aunque no tengamos dinero, no somos pobres. 

Aprender a Tener, es colocar por encima del dinero, la vida, dignidad,  valores y principios con que nos guiamos.

Aprender a Tener es reconocer que con dinero podemos hacer muchas cosas, y sin dinero, también podemos hacer otras tantas cosas con las cuales transformamos el mundo y hacemos de él un lugar mejor para vivir.

Aprender a Tener significa sacrificar el dinero por los valores que tenemos, en lugar de sacrificar los valores que tenemos por dinero. 

Aprender a Tener es administrar con ética y sabiduría, los recursos recibidos (personales, sociales, ambientales), de tal manera que los mantengamos, cuidemos e incrementemos, generando desarrollo y dejando huella.

(Ideas del curso "Pautas para dar formación financiera a los niños" de María Inés Sarmiento Díaz)

 

Las lágrimas

 

Todavía lloramos. Y qué bueno que así sea. Las lágrimas rara vez hacen mal. Son siempre una catarsis, una liberación, una forma de decir que nadie es autosuficiente. En esta confesión de franqueza humana se esconde un acto de humildad de quien reconoce que llegó a una encrucijada. Y, cuando esto hiere demasiado, los ojos dicen lo que no se consigue pronunciar.
Hay lágrimas de dolor, lágrimas de amor, lágrimas de alegría incontenible, lágrimas de tristeza, lágrimas silenciosas de paz y de ternura, lágrimas de gratitud por un elogio realizado en el momento preciso, lágrimas de esperanza, lágrimas de inocencia. Pero también hay lágrimas de vergüenza, de necedad, de desafío, de chantaje, de egoísmo por no haber conseguido lo que se quería.

Hay quien llora por cualquier cosa y hay quien tiene vergüenza de llorar, cuando llorar era la única cosa decente que podía hacerse.
Es muy probable que existan cosas mucho más bonitas que una persona llorando en paz. Pero, después de las siete maravillas del mundo, muy bien se podría proponer la que sigue como la octava: Un monumento a la persona que todavía llora por amor y que además no tiene vergüenza de mostrar que dentro de ella habita un sentimiento noble.

De las cosas más bonitas que conozco, una de ellas es la sonrisa de una persona… y otra, la lágrima silenciosa de alguien que desea comenzar de nuevo…

Autor Desconocido