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Las lágrimas

 

Todavía lloramos. Y qué bueno que así sea. Las lágrimas rara vez hacen mal. Son siempre una catarsis, una liberación, una forma de decir que nadie es autosuficiente. En esta confesión de franqueza humana se esconde un acto de humildad de quien reconoce que llegó a una encrucijada. Y, cuando esto hiere demasiado, los ojos dicen lo que no se consigue pronunciar.
Hay lágrimas de dolor, lágrimas de amor, lágrimas de alegría incontenible, lágrimas de tristeza, lágrimas silenciosas de paz y de ternura, lágrimas de gratitud por un elogio realizado en el momento preciso, lágrimas de esperanza, lágrimas de inocencia. Pero también hay lágrimas de vergüenza, de necedad, de desafío, de chantaje, de egoísmo por no haber conseguido lo que se quería.

Hay quien llora por cualquier cosa y hay quien tiene vergüenza de llorar, cuando llorar era la única cosa decente que podía hacerse.
Es muy probable que existan cosas mucho más bonitas que una persona llorando en paz. Pero, después de las siete maravillas del mundo, muy bien se podría proponer la que sigue como la octava: Un monumento a la persona que todavía llora por amor y que además no tiene vergüenza de mostrar que dentro de ella habita un sentimiento noble.

De las cosas más bonitas que conozco, una de ellas es la sonrisa de una persona… y otra, la lágrima silenciosa de alguien que desea comenzar de nuevo…

Autor Desconocido

Compartir

Comparte tus conocimientos, tus sueños, tus pensamientos, tus sentimientos. Si te los guardas, los estancas y enmohecen, si los expresas germinan, suscitan nuevas emociones, despiertan inquietudes, cobran movimiento, crecen, estremecen.

Compartir no es restarte, compartir es multiplicar, compartir es prolongar tu ser, es causar sensaciones, es irradiar, dejar huellas que perduren en la memoria y en los corazones de los demás.

Compartir es engarzar tu propio eslabón en una cadena que propague una corriente de generosidad, esperanza, gratitud, alegría, energía, aprecio, aceptación y perdón.

Compartir ayuda a recomponer los pedazos desintegrados por la soledad, a cicatrizar las heridas de la desdicha, a amortiguar los golpes del destino, a tapar las grietas de la desconfianza, a asentar los cimientos de la amistad.

Compartiendo ganas mucho más de lo que puedas recibir a cambio, porque el afán de tener algo que ofrecer, te lleva a nutrirte tú mismo, a elevarte, a enriquecerte.

Para poder compartir te esfuerzas en mejorar, en aprender, en potenciar la imaginación, en alertar tus sentidos, en cultivar tus valores, en engrandecer tus virtudes, en fortalecer tu espíritu, en emanar vitalidad.

El anhelo de compartir te esculpe con un martillo y cincel guiados por la minuciosidad de la sensibilidad, por la belleza de entregar, por la magia de emocionar.

Brinda tu sonrisa, ofrece una palabra amable, siembra ilusiones, contagia entusiasmo, provoca palpitaciones, reparte consuelo, inspira confianza, derrocha ternura, transmite comprensión, estimula comunicación, motiva complicidad.

Vive creciendo, vive compartiendo.

Adelaida Delgado