Reyes)
“Ni los hombres son imposibles, ni las mujeres incomprensibles”
Muchas parejas empiezan a vivir juntos sin haberse preparado para ello de forma objetiva. No sabemos realmente cómo somos, cómo sentimos, en qué nos parecemos, en qué nos diferenciamos, lo que nos aleja, lo que nos acerca,…
Transcurrido un tiempo de una relación muchas parejas se sienten invadidas por las dudas, los miedos, los temores y las inseguridades; no saben cómo actuar, y lo que era dicha y alegría, con frecuencia se transforma en desasosiego, ansiedad o dolor.
Las causas que pueden desencadenar las dudas son tan diversas como complejas somos las personas. Un comentario, una actitud, una conducta a la que no habíamos dado importancia otras veces, adquiere de pronto un dramatismo que parece mover los cimientos más profundos. En otras ocasiones, nuestros pensamientos empiezan a cuestionar lo que la pareja ha hecho o dejado de hacer, lo que nosotros desearíamos que hiciera, lo que creemos que debería haber pasado, lo que el otro puede estar pensando, lo que no nos dice pero espera que nosotros adivinemos, lo que nos oculta… Al final, nos encontramos en medio de una gran tormenta ocasionada por nosotros mismos y la pareja sufre un gran desgaste. Por una parte, la persona que no controla sus pensamientos, y no es consciente de que está provocando emociones erróneas, pide, exige o espera lo que el otro no puede darle: y el otro miembro, de repente, siente cómo un alud, que no sabe de dónde ha venido, arrastra y hace naufragar su relación afectiva.
La mujer a menudo se muestra muy sensible a las manifestaciones de cariño, a los cuidados, mimos, atenciones y detalles por parte de su pareja. Necesita sentir que es el centro de interés de su pareja. Sus dudas y angustias surgen al constatar que su pareja no parece sentir esa necesidad, o lo que a veces es peor, no parece ser consciente de que ella lo está pasando mal. La mujer, lejos de pensar que el hombre siente el amor de otra forma y lo manifiesta de manera distinta, empieza a pedir y exigir esas manifestaciones afectivas que tanto añora y que en ella van unidas al hecho de sentir amor.
El hombre, con frecuencia se siente sorprendido y requerido a tener determinadas manifestaciones afectivas que le cuestan, pues en muchas ocasiones no le surgen de forma espontánea. Por otra parte, el hecho de sentirse “casi obligado”, lejos de estimularle o acercarle afectivamente hacia su pareja, le produce rechazo y distanciamiento.
No buscamos en la pareja alguien parecido a nosotros, sino alguien que nos complemente, que sea diferente, que destaque o nos dé seguridad en aquellos puntos donde nos sentimos más débiles. A pesar de las diferencias han de compartir los valores que para ellos son fundamentales. Diferentes pero complementarios, no antagónicos. El problema es que al principio de las relaciones sentimos más “con el corazón que con la razón”. Y podemos equivocarnos al elegir a la persona con quien compartir nuestra vida.
Cuando a alguien que dice querernos parece no importarle el dolor que nos produce esa relación, o lo justifica por las circunstancias, los cambios de humor, las dificultades que surgen,… esa persona no nos quiere, en todo caso se quiere a sí misma. En los momentos críticos te das cuenta de hasta qué punto le importas a tu pareja.
Los principales errores que debemos evitar en una relación son:
- Estar siempre con el hacha preparada
- Querer cambiar a la pareja en lo fundamental
- No aclarar situaciones conflictivas
- Tratar de imponer nuestro criterio cuando se trata de principios fundamentales
- Permitir vejaciones o ataques a nuestra dignidad
- Utilizar los hijos contra la pareja
- Esperar que las mujeres reaccionen como si fueran hombres, o los hombres como si fueran mujeres
- Pensar que nuestra pareja tiene que satisfacer todas nuestras necesidades, sin saber lo que uno debe encontrar dentro de sí mismo
- Seguir con la pareja cuando la relación está agotada
Cuando la historia pasada nos ha traído dolor, un dolor inútil, causado no tanto por las circunstancias adversas, sino por personas que sienten, analizan, valoran y priorizan de forma diferente, ¡no merece la pena alimentar la esperanza!. Merece la pena
intentarlo sólo si lo que hemos vivido nos llenó de satisfacción, de equilibrio
y plenitud, y si ambos aún compartimos lo esencial del amor: respeto, generosidad, admiración y el deseo de intentarlo hasta desfondarnos, con lo mejor que llevamos dentro.
En cualquier caso, antes de tomar una decisión importante, hay que conseguir un estado previo de serenidad y tranquilidad, que nos permita observar con calma los hechos, analizar los estados emocionales y decidir con objetividad las acciones que vamos a realizar. A veces será necesario que nos distanciemos de la situación que nos agobia y nos permitamos tomar nuestras decisiones libremente, sin dejarnos condicionar por opiniones o hechos que parezcan atraparnos.
Los sentimientos se facilitan, no se imponen. Si alguien ha dejado de sentir amor o afecto, ni debe obligarse a sentirlo, ni podemos exigirle que tenga manifestaciones que no le surgen espontáneamente. Cuando el amor se ha terminado, lo mejor que podemos hacer es mimarnos en la medida que lo necesitemos. Para ello no nos regañaremos ni traeremos a nuestra mente sucesos dolorosos. No nos podemos pasar la vida añorando lo que tuvimos y sintiéndonos mal por lo que no tenemos. Las personas no nos podemos encadenar a una relación que, lejos de enriquecernos, nos llena de tristeza y ansiedad. Mimarnos es abrazarnos y querernos en esos momentos de buscada o forzada soledad.
Cuando una relación finaliza no se acaban nuestra vida ni nuestras opciones de ser felices; por el contrario comienza una fase llena de posibilidades. Cualquier situación anterior no fue mejor, fue distinta. El presente, no el pasado, puede ofrecernos nuevas y esperanzadoras emociones.
Pero no debemos ser impulsivos y actuar desde la impaciencia. No conviene empezar una nueva relación con las heridas abiertas pues sangraríamos ante las primeras dificultades, y no olvidemos nunca que los demás pueden ayudarnos en nuestra búsqueda de la felicidad, pero ni son los responsables de que lo logremos, ni los culpables de que no lo consigamos.
me encantaria tener una respuesta a mi comentario, es la primera vez ke comento algo sobre un blog y es ke estoy impresionada con lo ke comentas en Amar sin sufrir, creo ke es justamente lo ke necesitaba leer, y creo ke como dicen por ahi, pides algo y te llega cuado mas lo necesitas. Este articulo me hizo lorar de la alegria de poder encontrar en la red algo ke desenredara un poco la telaraña mental ke tengo en este momento. Gracias
Gracias Daniela por tu comentario. He intentado mandarte un mensaje pero no ha sido posible por la configuración de tus preferencias de comunicación. Me alegra saber que mis escritos sobre los libros que leo pueden ser de ayuda a quien los encuentra en mi blog. Saludos y buena suerte!
un link para leer amar sin sufrir